"¿Quiere ganarse una plata?".
Fue tan solo una frase, pero bastó para convencer a María*.
"No teníamos nada que comer…", lamenta esta costarricense de 46 años, arrepentida de su pasado.
El trato era sencillo: 200 dólares por una boda… con un ciudadano chino.
"Me contactó una muchacha, de fuera del barrio, y me dijo si quería ganarme una plata casándome y que me divorciaban luego", cuenta María arropada por sus hijas y nietos en las calles de San José, en busca de alguna ayuda para alimentar a su familia.
Por entonces, la mujer vivía en uno de los barrios más humildes de la capital del país, los llamados "precarios", donde la seguridad brilla por su ausencia.
"Aquí el que menos sabe, más vive", nos advierte una residente en una visita a la zona, ubicada en la falda de una de las montañas que rodean la capital costarricense.
"Pero yo me las sé todas. Todos lo sabemos todo. Aquí es como ver, oír y callar".
La historia es conocida por los vecinos: un abogado (o un representante de éste) llega al "precario" en busca de los más necesitados y les convence para que contraigan matrimonio con una persona desconocida, un extranjero que busca legalizar su situación en el país.
"Andan normal, buscando a quién agarran. Como aquí la gente requiere… Con poco que lleguen y les ofrezcan, los pobres se van de nariz (sin pensarlo)", asegura una veterana del lugar.
María lo recuerda perfectamente.
"Yo estaba en una muy mala situación (…), así que me casé y me gané eso", le confiesa a BBC Mundo.
Sin prácticamente salir del barrio, María firmó un documento en un vehículo y recibió 110.000 colones a cambio, unos US$200.
"Nada más me enseñaron una fotillo del chino. Me la mostraron y me dijeron 'doña María, usted se casó con este chino'".
Poco después la misma persona volvió con los papeles del divorcio. Y a los pocos años, ella volvió a casarse con otro hombre, otro ciudadano chino, según le dijeron.
Igual que su pareja. Y algunas de sus hijas.
"La primera vez fue en 2011, algo así… La segunda, unos años más tarde", comenta sin querer ahondar en el asunto, que considera ya "cerrado".
Mercado negro
Su caso no es aislado y uno de los primeros periodistas en hacerse eco del asunto fue Greivin Moya, con un reportaje titulado "Familias completas de barrios pobres se casaron con chinos para legalizar su permanencia en el país" publicado en el medio costarricense Teletica en agosto del año pasado.
El tema forma parte de un problema mayor con el que las autoridades lidian a diario. Las dimensiones del fenómeno, no obstante, son difíciles de establecer.
El censo oficial de 2011 (el último publicado) cifra en 385.899 el número de foráneos residentes en Costa Rica, y de ellos tan solo 3.389 son chinos.
Pero investigadores especializados de la Universidad Estatal a Distancia (Uned) elevan ese número y lo sitúan entre los 50.000 a 70.000 chinos, de una población extranjera estimada en un millón de personas (sobre los casi 5 millones que viven en el país).
En cualquier caso, el gobierno manifiesta su preocupación por el asunto.
"El de los matrimonios por conveniencia es un problema generalizado y hay que verlo en su conjunto: es una cantidad muy grande. En este momento tenemos más de mil casos, expedientes activos donde estamos luchando", explica el procurador adjunto Guillermo Fernández.
De la totalidad de denuncias por inexistencia o nulidad de matrimonios presentadas por el Registro Civil ante la Procuraduría, el de los chinos es el primer grupo de extranjeros de fuera de la región y el quinto de la clasificación, formada por 39 países.